Una novela teatral, de mentiras y leyendas medievales
La saga de las mentiras
La historia comienza con el entierro de un fiemero, y no crean ustedes que es una historia triste.
Tres patas para un banco. A cada cual, más embustero y por hacerse ellos sinceros, ocuparon como el muerto sus diferentes papeles.
—¡Seréis insolente y malnacido! Salid de mi huerto antes que os parta en dos. ¡En qué mundo! ¿Dónde se ha visto llamar a un conde como lo soy yo? Mozo de la boñiga. ¡Ande…! ¡Marche! Y métase sus olientes heces, por donde salieron tales serpientes.
De ese modo tan sensato pudo saber Saputo quién era cada uno. Si él servía a un noble caballero, era un siervo rico y atento. Por otro lado, un pobre funcionario austero, si el conde era el difunto y no el humilde fiemero. Pues bien, debía merecidamente vivir, quien de tal pulcritud cumplía por ser generoso con sus favores.
—¿Nostalgia? No sabría decíos, si es eso. ¿Nostalgia por Nicetas? Si pudiera elegir no haberlo conocido jamás, lo diría así. Pero al mismo tiempo…
—El testimonio de Nicetas, era diferente a los conjuros por hacernos ver a los muertos los brujos. A diferencia de estos que invocan para traer almas en pena, y se recibe la visita de su espectro, para luego decir testigos haber visto apariciones milagrosas. En esta invocación que os cuento, era el propio Nicetas quien visitaba a los vivos de tal modo como lo hacen los fantasmas.
—Se dio una revolución, dándose la vuelta a todo, quedando lo de abajo arriba y lo de arriba abajo —explicó Gilberto y haciendo con las manos un giro, lo terminó en un sonido de palmazo.
El capitán contrabandista, se veía ahogado por la atadura de un cabo que lo arrastraba con su barco hasta el lecho marino.
El aguante de Gilberto bajo el agua, y el esperar el momento propicio de menos peso por el completo hundimiento, favoreció la liberación del capitán Maese por uno de sus esclavos. Viéndolo, en tal entuerto a Nicetas, Gilberto lo agarró de una de sus manos, y bajó con él, tras llenar sus pulmones de aire.
El esclavo que lo agarraba del brazo, lo acompañó en el chapuzón. Bajo el agua, trepó por su cuerpo a tientas; y haciendo los gestos de subir un barranco, Gilberto, trepaba boca abajo en realidad, algo que se puede hacer solamente en la mar, donde el agua manda tal física, al cambiar el orden normal. El pie se encuentra donde la cabeza debería poder respirar, y vuelto así, se pisa del revés el suelo al llegar al fondo, al encontrarse de nuevo en tierra.
Bajo el agua, al pasar Gilberto por el cuerpo de Nicetas, en el arrastrar submarino, de camino al fondo. Arrancó de su cinto una daga, que bien podía clavarla en el corazón de su amo como venganza de los tratos. Y en lugar de eso, liberó su pierna de la soga que lo llevaba de igual forma al infierno. Salvando así, por ese trago, dos veces la vida de ese miserable Nicetas.
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